De la prosperidad al estancamiento, y de allí ¿nos caeremos por un tobogán?

Columna de opinión Carlos Zapata.

Opinión03 de julio de 2021 Carlos Zapata

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Columna de Carlos Zapata.

EDESA

Según la definición del diccionario, decadencia es la "Pérdida progresiva de la fuerza, intensidad, importancia o perfección de una cosa o una persona".

El alcance del significado es necesario evaluarlo, para entender la respuesta de gran parte de la sociedad ante la pregunta direccionada a conocer la opinión ciudadana sobre la política. La mayoría de las veces se recibe como respuesta que "la política está en decadencia".

Y esa respuesta o percepción por parte de la ciudadanía no puede ser el resultado de otra cosa que no sean las conductas de la mayoría de las figuras públicas en la Argentina y en Salta en particular. La democracia se ha desvirtuado, porque la ciudadanía, que es sujeto y protagonista del sistema, está divorciada de la dirigencia y de las decisiones de quienes nos gobiernan.

Claramente percibimos que la política está en decadencia. La razón de ser de esta actividad, que es la construcción de una sociedad equitativa y con instituciones sólidas es ignorada por los principales actores.

Vemos que la búsqueda del bien común ha sido dejada de lado y se ha transformado en una colección de acciones para fortalecer la permanencia de personas en el poder.

Desde el Gobierno no dan a conocer ningún plan, sólo hay un aprovechamiento de las circunstancias para maquillar como positivo lo que no lo es. Si la verdad fuera otra, ¿por qué estamos cada vez peor?

La Argentina viene de la prosperidad al estancamiento y del estancamiento a la caída. El nivel de vida de la población va en franco descenso. No hay oportunidades a la vista, cada día hay más regulaciones que entorpecen y se hace cuesta arriba emprender actividades para salir del pozo. Vamos de mal en peor.

No hay que buscar responsables fuera de la Argentina. La responsabilidad recae sobre las personas con la misión de poner en práctica decisiones que cambien la realidad y que planteen las alternativas para revertir el proceso decadente en el cual estamos inmersos.

Las campañas electorales buscan instalar slogans o ofrecer ilusiones a los ojos de la sociedad. Pero nunca un plan. Los gobernantes llegan al poder sin un proyecto definido y de allí el rumbo errático de sus decisiones, mas inspirados en el impacto en las encuestas que en los beneficios para la gente. La responsabilidad de la decadencia está en la política, mejor dicho, en los que dicen ser políticos.

De un tiempo a esta parte resulta más importante la sumisión a los dictados de un líder que la búsqueda de ideas superadoras. "La palabra del jefe no se discute": es la consigna.

Esto no se modifica aunque ese jefe se aferre a una línea marcada por la necedad y la inconsistencia.

Y esa respuesta o percepción por parte de la ciudadanía no puede ser el resultado de otra cosa que no sean las conductas de la mayoría de las figuras públicas en la Argentina y en Salta en particular. La democracia se ha desvirtuado, porque la ciudadanía, que es sujeto y protagonista del sistema, está divorciada de la dirigencia y de las decisiones de quienes nos gobiernan.

Claramente percibimos que la política está en decadencia. La razón de ser de esta actividad, que es la construcción de una sociedad equitativa y con instituciones sólidas es ignorada por los principales actores.

Vemos que la búsqueda del bien común ha sido dejada de lado y se ha transformado en una colección de acciones para fortalecer la permanencia de personas en el poder.

Desde el Gobierno no dan a conocer ningún plan, sólo hay un aprovechamiento de las circunstancias para maquillar como positivo lo que no lo es. Si la verdad fuera otra, ¿por qué estamos cada vez peor?

La Argentina viene de la prosperidad al estancamiento y del estancamiento a la caída. El nivel de vida de la población va en franco descenso. No hay oportunidades a la vista, cada día hay más regulaciones que entorpecen y se hace cuesta arriba emprender actividades para salir del pozo. Vamos de mal en peor.

No hay que buscar responsables fuera de la Argentina. La responsabilidad recae sobre las personas con la misión de poner en práctica decisiones que cambien la realidad y que planteen las alternativas para revertir el proceso decadente en el cual estamos inmersos.

Las campañas electorales buscan instalar slogans o ofrecer ilusiones a los ojos de la sociedad. Pero nunca un plan. Los gobernantes llegan al poder sin un proyecto definido y de allí el rumbo errático de sus decisiones, mas inspirados en el impacto en las encuestas que en los beneficios para la gente. La responsabilidad de la decadencia está en la política, mejor dicho, en los que dicen ser políticos.

De un tiempo a esta parte resulta más importante la sumisión a los dictados de un líder que la búsqueda de ideas superadoras. "La palabra del jefe no se discute": es la consigna.

Esto no se modifica aunque ese jefe se aferre a una línea marcada por la necedad y la inconsistencia.

Fuente: El Tribuno

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